jueves, 10 de octubre de 2013

SIN MOTOR, LA MAQUINA NO ANDA

ROBOT DE SOLDADURA - FABRICA BERTINI - ROSARIO
Cualquier persona sabe que las máquinas requieren de una fuente de potencia. O bien la potencia la genera el hombre, un animal, un motor propio o una conexión con otras fuentes.
La reflexión "FIERRERA" en este caso, viene a referencia de la economía del sector agropecuario.
El síntoma, que observamos con preocupación por estos días, es la escasa actividad comercial, fundamentalmente, baja inversión entre los productores rurales y contratistas. Nuestra búsqueda está enfocada en las causas, reales, a fin de poder ensayar una idea de la solución, y no únicamente el tratamiento sintomático de la situación.
El año 2012 fue pobre en ventas de maquinarias agrícolas y el 2013 se proyecta como un 50% del anterior. Muy pobre. La excepción pueden ser las máquinas cosechadoras y tractores (ahora) nacionales que en el 2012 no se dejaron entrar y si lo hicieron en 2013. Estas se venden como industria argentina y son ensambladas aquí, con componentes de más del 70% importados. Esta demanda estaba muy retenida y lo que vemos es sólo parte de esta liberación. Basta mirar los números históricos de ventas de cosechadoras y tractores para entender que nuestro país no está invirtiendo lo suficiente. Sin inversión no se sostiene , menos incrementa la producción.
La gran mayoría, de las pocas operaciones que se presentan, son mediante financiaciones a tasa reales negativas, que muchos aprovechan y otros, aún consientes de la ventaja que esto representa, prefieren, pudiendo tomarlas, dejar pasar la oportunidad. Este sistema de tasas reales negativas surge de financiaciones a tasa fija en pesos del 6% al 15,25 %, en un escenario de inflación creciente, hoy ya rondando el 30% anual. Las tasas de préstamo son claramente irreales, la que están hoy día por debajo del la tasa de toma de dinero de los bancos. Esto se produce como resultado de una política del gobierno argentino, que ataca el síntoma, para evitar que el paciente (la economía argentina) termine por entrar en coma. Sin embargo lejos está de aplicar el remedio que vaya a la causa.
Retomando la metáfora inicial. la máquina, sin motor no anda. El motor es la rentabilidad, que hoy ha sido erosionada totalmente por la inflación y la carga impositiva.
La renta, es el motor de la economía. En función de esta, y la expectativa de esta en el futuro, los actores realizan sus inversiones, y elijen las asignaciones de recursos a sus diferentes actividades y destinos. Luego de años de inflación acumulada, sumado al efecto de las retenciones a las exportaciones, el tipo de cambio real está muy atrasado. Así la escasa renta que produce el sistema se divide entre el fisco y el tenedor de la tierra. Ninguno de los dos es buen generador de actividad genuina y competitiva. El valor de la tierra a ido creciendo año a año, ya que es visto como un resguardo de valor del capital, y su renta ha sido en este sentido buena.
La organización del agro argentino, y lo que lo ha hecho tan competitivo, fue la especialización y el entramado de los productores arrendatarios, también llamados "sin tierra" (porque la relación del capital tierra sobre el capital total es mínima o nula) y los contratistas rurales. Estos dos jugadores son los que "entierran" cada año la mayor parte de los miles de millones de dólares necesarios para producir los casi 100 millones de toneladas del agro argentino. Estos jugadores están sin rentabilidad y en proceso de ajuste. El ajuste debe y está viniendo de mano de la baja del valor de los alquileres y del aumento de los precios de los servicios. Estos ajustes no son voluntarios, ni simpáticos. Se hacen luego de pagar el precio de la desaparición de muchas de estas empresas.
El fisco está realizando devaluaciones importantes mes a mes, pero es tal el atraso existente y tal la inflación que vemos difícil, se pueda llegar en el corto plazo, revertir esta situación con ajustes graduales del tipo de cambio. Las devaluaciones violentas generan costos sociales que deben ser controlados, además de ser un acelerador de la inflación. El cierre de fabricas también  genera costos sociales. Otra opción sería reducir la carga fiscal, cosa poco probable que haga un fisco desfinanciado y en estos días desfinanciándose. El dilema es para los economistas, el costo para todos.

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